viernes, marzo 27, 2009

Universo y Cia

Tuve una gata blanca, gris y rosacea.
La llamé Pinky.
Pinky sabía que era una gata muy especial,
porque todo el mundo decía que ella era una gata muy especial.
Pinky salía a pasear conmigo al atardecer.
Yo paseaba delante, y Pinky me seguía como una gata faldera.
- Mira esa gata rosacea, decían,
le sigue como si fuera un perro.
Pinky caminaba altiva y hacía miau,
o miauuuuuu si alguna flor le interasaba,
o miauuuu miauuuuuu si estaba muy cansada.

Todos tenía ojos para Pinky.
También los tenía un buho real.
El buho real que se llevó, aquella noche,
a mi gata Pinky, la gata rosacea tan especial.

Ahora tengo una gata blanca
a la que no he puesto nombre.
No me sigue en mis paseos
y se pasa las noches con la cabeza girada,
mirando al cielo y las nubes afuera del balcón.
La gente dice que es una gata de porcelana,
pero yo se que mi gata blanca espera
que algun Buho mago la lleve a los cielos.
Porque, aunque nadie nunca me lo dice,
yo se que ella es una gata muy espacial.

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