Enfrente vive una señora mayor y coja de las dos piernas. Anda sin doblar las rodillas. Se conduce lenta y curiosa. Espalda y cadera forman un ángulo agudo que coloca sus palabras unos centímetros por delante de sus piés. Tiene dos lunares. Uno en la frente y otro muy cerca de la comisura de los labios. Usa gafas con lupas.
- Buenas tardes. Es usted el nuevo vecino, ¿verdad?.
- Si, buenas tardes.
- Encantado de tenerle entre nosotros. Y no dude en llamar para lo que necesite. Estoy a su disposición. Por un caballero como usted está una dispuesta a ayudar en lo que haga falta.- hablando a unos centímetros de mis ojos.
- Gracias...- apurado y tratando de entender y salir pitando a la vez.
- Espere un segundo - manejando los espacios entre mi puerta y la escalera con sutil desesperanza. Necesito hablar con usted.
Entre nerviosa y decidida, alarga su mano y me entrega un papel doblado.
-Léalo, por favor -afirma con voz firme y ojos cómplices.
En collage. El texto es un collage de revistas variadas. Al principio sólo reparo en las caras de algunos famosos desfigurados a tijeretazos. Y pienso en la venganza de una telespectadora sepultada por las vidas de otros. En segunda mirada leo en silencio:
SOY UNA MOMIA
BUSCO AMIGOS
-Ehh....yo...mire, tengo media hora. ¿Quiere tomar un café?- sin capacidad de reacción ante una verdadera momia.
- No se apure....bebo café común. Sólo. Todas las momias lo hacemos. No se si sabe usted a lo que me refiero. - pregunta hablando solemne y segura. Con seguridad y presencia de momia.
- Pues no...- mientras la sigo a mi cocina.
No se sienta. Sus articulaciones no se lo permiten. Prefiere la posición natural extendida...de una momia, supongo. La observo intrigado mientras sorbe su café con exquisita finura. No se que decir pero no puedo dejar de mirarla.
-Mire. Se que esto le parece raro- arranca segura. Pero soy realmente lo que le digo. El faraón me eligió entre las más bonitas del lugar. Nunca preguntó nada. Me trajo a su corte y a su muerte me enterró con él en esta pirámide. - prosigue entre sorbo y sorbo. El se pudrió hace tiempo. Por mal embalsamado. Lo habrá olido usted cuando se encuentran en el ascensor. Yo, sin embargo, me he conservado intacta. He esperado mi momento y me he dejado encontrar.
Ahora sólo necesito amigos.
Paseo muchas tardes con la momia. Yo, aunque nunca me interesó la arqueología, he conseguido el sueño de todo egiptólogo. Ella, que siempre quiso decidir cuándo y quién debía profanar su secreto, ha encontrado un explorador amigo. Y los cafés del barrio, sin que nadie lo sepa, son breves y casuales testigos del trascurrir de la historia. En humanas minúsculas.