lunes, febrero 27, 2006

En minúsculas

Casi nada es lo que parece. Casi todas las puertas encierran lo no común. Casi nunca lo hemos visto todo. Casi todos los días me olvido de recordármelo. Casi. El único remedio contra la monotonía.

Enfrente vive una señora mayor y coja de las dos piernas. Anda sin doblar las rodillas. Se conduce lenta y curiosa. Espalda y cadera forman un ángulo agudo que coloca sus palabras unos centímetros por delante de sus piés. Tiene dos lunares. Uno en la frente y otro muy cerca de la comisura de los labios. Usa gafas con lupas.
- Buenas tardes. Es usted el nuevo vecino, ¿verdad?.
- Si, buenas tardes.
- Encantado de tenerle entre nosotros. Y no dude en llamar para lo que necesite. Estoy a su disposición. Por un caballero como usted está una dispuesta a ayudar en lo que haga falta.- hablando a unos centímetros de mis ojos.
- Gracias...- apurado y tratando de entender y salir pitando a la vez.
- Espere un segundo - manejando los espacios entre mi puerta y la escalera con sutil desesperanza. Necesito hablar con usted.

Entre nerviosa y decidida, alarga su mano y me entrega un papel doblado.
-Léalo, por favor -afirma con voz firme y ojos cómplices.

En collage. El texto es un collage de revistas variadas. Al principio sólo reparo en las caras de algunos famosos desfigurados a tijeretazos. Y pienso en la venganza de una telespectadora sepultada por las vidas de otros. En segunda mirada leo en silencio:

SOY UNA MOMIA
BUSCO AMIGOS
-Ehh....yo...mire, tengo media hora. ¿Quiere tomar un café?- sin capacidad de reacción ante una verdadera momia.
- No se apure....bebo café común. Sólo. Todas las momias lo hacemos. No se si sabe usted a lo que me refiero. - pregunta hablando solemne y segura. Con seguridad y presencia de momia.
- Pues no...- mientras la sigo a mi cocina.
No se sienta. Sus articulaciones no se lo permiten. Prefiere la posición natural extendida...de una momia, supongo. La observo intrigado mientras sorbe su café con exquisita finura. No se que decir pero no puedo dejar de mirarla.
-Mire. Se que esto le parece raro- arranca segura. Pero soy realmente lo que le digo. El faraón me eligió entre las más bonitas del lugar. Nunca preguntó nada. Me trajo a su corte y a su muerte me enterró con él en esta pirámide. - prosigue entre sorbo y sorbo. El se pudrió hace tiempo. Por mal embalsamado. Lo habrá olido usted cuando se encuentran en el ascensor. Yo, sin embargo, me he conservado intacta. He esperado mi momento y me he dejado encontrar.
Ahora sólo necesito amigos.

Paseo muchas tardes con la momia. Yo, aunque nunca me interesó la arqueología, he conseguido el sueño de todo egiptólogo. Ella, que siempre quiso decidir cuándo y quién debía profanar su secreto, ha encontrado un explorador amigo. Y los cafés del barrio, sin que nadie lo sepa, son breves y casuales testigos del trascurrir de la historia. En humanas minúsculas.

miércoles, febrero 22, 2006

¿Quo vadis?

¿Puedo mirarte hacer la maleta?
Elige calcetines gordos y jerséis de lana,
debe hacer mucho frío allá donde vas.
No. No iré a despedirte.
Te vas tan lejos de los días,
tan a esconderte de lo que quiero,
que se que no volverás.
Claro que ya partieron otros,
algunos viejos avergonzados
y muchos jóvenes bien morbosos.
El exilio interno está poblado de deseos,
cada uno tan libre, cada cual tan orgulloso,
cada uno tan especial....
Y no te olvides de tus libros de consejos,
los imprescindibles y los dedicados.
Yo no me los quiero quedar.
Dicen que hay sillas y mesas cojas
en los cafés oscuros del exilio,
y que sólo con lamentos vacíos,
son imposibles de calzar.

lunes, febrero 20, 2006

Todos lo hacen

Nunca me despertaba a las noches. Esta era mi frase orgullosa en las conversaciones sobre el dormir:

-Yo nunca me despierto, ni con una explosión. Una vez estalló una bombona de butano en el edificio de enfrente y todo el vecindario se enteró menos yo.

Cierto. Exagerado pero básicamente cierto. Una verdad de barrio. De las de café con pastas los domingos. Todo el mundo sorbe café y sabe que las explosiones despiertan a todos. Y todo el mundo mira las pastas y reconoce los sueños profundos a prueba de explosiones.

Nunca me despertaba a las noches. Esta es mi frase triste sobre lo que ya dejó de ser.

Eran las tres de la mañana. Fue un golpe sin eco. Y después gritos. Creo que fueron unas ocho o diez personas. Todas armadas. Todas de negro y con la cara cubierta. Me encañonaban y gritaban. Los puntos laser de sus infrarrojos se posaron en mi frente y mi pecho. Gritaban.

-¡Levántate de la cama hijo de puta! ¡Al suelo cabrón! ¡Al suelo! ¡No levantes la vista! ¡No levantes la vista o te reviento el cráneo!
-¡Donde está el resto! ¡Habla o te pateo el hígado!
-¡Quién más hay, quien mas hay!
-¡Dónde escondes las armas! ¡Habla hijo de puta!!

Hubo muchas patadas y manotazos. Hubo muchos más gritos y preguntas. Hubo también un señor que se identificó. Dijo que era secretario judicial. Aquello era un registro y yo estaba detenido. Tenía derechos. Murmuró una retáhila de la que yo fijé una sóla frase.

-Tiene derecho a permanecer en silencio

En aquel momento decidí que ese era el único derecho que quería ejercer.

El señor secretario me indicó que procedía al registro del cuarto. Yo debía observar. Un grito constante decía que si levantaba la vista me partía en dos. Debía de haber unas nueve o diez personas en un cuarto pequeño que compartíamos dos personas. Aquello duró varias horas. Se lo llevaron todo. También lo mío.

Me trasladaron esposado en un furgón, en cuclillas. Me gritaban y me golpeaban sin parar. Muchas horas de viaje. Golpes gritos y relatos. Se voceaban entre ellos lo que me esperaba. Cómo iba a probar la bolsa. Que tenían preparados los electrodos. Que les había jodido el fin de semana. Que me iban a joder la vida. Que me iban a joder. Que si me acordaba de cómo quedó tal, que si vi las fotos de cuál.

En los cuatro días que duró la incomunicación vi dos veces al forense. De camino a su despacho el agente que me acompañaba me susurró por primera vez:

- Si denuncias tortura te mato. Recuerda que te tenemos un par de días más.

El forense me examinó de oficio. Un breve historial sobre salud, ingresos y alergias. Un ¿te han tratado bien?, al que no respondí. Sólo bajé los ojos. En los días siguientes no pude ejercer ningún derecho. Tampoco el de permanecer en silencio. Me quebraron.

Dos días después me llevaron frente al juez. Fueron dos agentes diferentes a los de los días anteriores. Sonreían y bromeaban. Que no me preocupara.

-¿Vas a denunciar torturas?, me preguntó uno a la vez que me explicaba que su hijo estudiaba derecho y que las últimas vacaciones las pasaron en Perú. Y lo bonito que era Machu Pichu.

Ante mi silencio, me dio una palmadita y espetó:

-No te preocupes. No pasa nada. Total, todos lo hacéis.

El juez decretó libertad sin cargos. El interrogatorio fue breve. Mis respuestas concisas. Mi nombre se debió colar en alguna agenda inconveniente. Cosas del directo.

Denuncié torturas que archivaron por falta de evidencias. No quedó ninguna secuela. Sólo el recuerdo de lo que dejó de ser.

Yo nunca me despertaba a las noches. Ni siquiera para hablar dormido.
Yo siempre pude permanecer en silencio, hasta que aprendí que tenía derecho a hacerlo.

lunes, febrero 13, 2006

Algo me gusta de ti

Hay algo que me gusta de ti, amigo,
y no son tus ojos encendidos,
ni la risa desprendida y contagiosa,
ni la gravedad cálida con la que atrae tu pecho.

Hay algo que me gusta de ti, amigo,
y no son tus rizos locos anudando encuentros,
ni las noches desnudas acariciando,
ni el hacernos coletas con los desengaños.

Hay algo que me gusta de ti, amigo,
y no son tus escuchas sin preguntas,
ni los candiles con olor a palabra mágica,
ni los abrazos largos con dedos de beso.

Hay algo que me gusta de ti, amigo,
y no son tus merecemos sólo lo mejor,
ni tus seguro que juntos podemos.
Me he sentado a tu lado, y se que no es nada de eso.

Esto es lo que me gusta de ti, compañero:

Es el olor a casa abierta y soleada,
tu habitar sin pesar ni poseer,
el nunca echarte de más
aunque apenas nos podamos ver.

Es el balcón antiguo del que miramos,
el entrar sin llamar y quedarme a tu lado,
el sentir como miras sin medir el tiempo
y el mirarte peinar sin reproches nuestro silencio.

miércoles, febrero 08, 2006

Iragan Jauna

De la mano de Gacela y de algo que leí en su bitácora

Unax nunca miraba atrás. Mirar atrás es perseguir al pasado. Y al pasado nunca se le alcanza. Eso le contó su amama (abuela) en los cuentos de invierno, a la luz de la lumbre baja de Errota Berri (Molino Nuevo) el caserio familiar en Dima (Bizkaia).

- Amama, cuéntame lo de Iragan Jauna (el Señor Pasado), lo de cómo corre.
- Iragana Jauna, el pasado, es veloz, muy veloz. Corre y te mira divertido, Unax. No le sigas, nunca le sigas. Se sabe el camino del bosque. Conoce los sitios de Mari*, el atajo a su cueva y al manantial donde viven las lamiak.
-Pero amama, yo corro....Soy más rápido que Eneko, el chico mayor de las piernas largas que vive con izeko (tia) Miren. Amama, me tienes que ver correr
- Ahhh...entonces ¿Corres más rápido que Zumeltza, el arroyo que baja de Urkiola? ¿Y más rápido que Zezengorri, el diablo rojo de la cueva?
- ¡Si amama, mucho más, mucho más!
- Pues incluso así, Unax. El pasado siempre te espera sonriente a la sombra del siguiente roble peinandose los cabellos de viento. Y detrás de él más pasado, y más después....hasta los tiempos de Eneko Aritza.

Unax aprendió rápido. El camino del bosque, los pastos de invierno y la senda estrecha al mercado de Dima. Y cuando bajaba a recoger las cabras de su tio, nunca pisaba las huellas del día anterior. Repetir camino es perseguir el pasado.

*Mari, la Dama de Amboto, es la diosa suprema de la mitología vasca

viernes, febrero 03, 2006

Vervet

Hace ya meses del incendio que nos quemó la vida. Es final del invierno austral y todo está seco y chamuscado. En breve, la lluvia nos hará olvidar el color de la nada.

El incendio ha respetado la zona en la que tenemos la oficina. Un oasis de bosque intacto rodeado de cenizas. En él nos agolpamos los humanos residentes y los animales que decidieron no migrar. En él competimos por el espacio y la comida.

Hace calor invernal y hora de almorzar. Yo comito bajo un gigantesco Marula. Comitar es una sensación calurosa y nutritiva. Comer y dormitar a la vez, y a la sombra de un árbol. Comitar es vivir. Primer aprendizaje en la lista de habilidades sociales para sobrevivir en la sabana boscosa Sudafricana.

Mpatametse Mabelane, Tamy, mi compañero de trabajo, y autoproclamado instructor, comita a mi lado. Tamy tiene la costumbre de comitar mucho más horizontal. Es un profesional. Tamy es de Soweto, en Johannesburgo, la gran ciudad. Del bosque, no sabe nada. Lo supe el día que salió huyendo de un gigantesco insecto palo. Impresionante, pero tremendamente inmóvil e inofensivo. El insecto.

El Land Rover aparca a escasos cuatro metros. Forastero. Todo el mundo sabe que no se aparca junto a alguien que comita.

-Hola. Buenas tardes. -en Ingles con inconfundible acento USA.
-Hola. -en Spanglish con inconfundible acento vasco.
-....... -en silencio con inconfundible acento de Soweto.
-Soy Douglas. Douglas Mc Gregor. Soy Biólogo de la universidad de Maryland, en USA. Vengo a hacer un estudio sobre los efectos del fuego en el biotopo savanna-bush africana. También soy experto en elefantes. Busco un lugar donde pasar un par de meses.

Douglas: grande y rubio, chaqueta de camuflaje, sombrero memorias de Africa. Sonrisa cowboy, navaja y machete al cinto. Botas de cuero tres capas.

-........... -Tamy girando levemente la cabeza y pensado hacia mi:
1. No nos ha dicho el año en que se graduó ni el nombre de su novia. Yo paso. Habla tú con él que los blancos os entendéis mejor entre vosotros. Estáis todos locos. Se creerá que me voy aprender su nombre. Increíble manía de decir el nombre cada vez que conocéis a alguien. Si mereces la pena ya te lo preguntaré yo.
2. ¿Has visto a "cojo cabrón" en la rama?

- Lo mejor es que le preguntes a Elvis. Vive en la casa con tejado de uralita que hay al fondo. ¿Ves a aquellos niños jugando Jimba-Jimba (pasarse el balón y cuando a alguien se le cae el resto grita Jimba-Jimba)?. Son sus hijos. - yo, intentando ser amable mientras como aguacate.
- Gracias. Voy para allá.
- Espera. Has dejado el portón trasero del Land Rover abierto y las cuatro ventanillas bajadas. Yo las cerrarías. Esto está plagado de monos.
- ¿Mandriles?
- Sobre todo Vervet (monos grises con rabo largo y la cara negra. Muy graciosos durante el primer mes en el bush. Luego unos demonios saltarines).
- Bah!, será sólo un minuto. - Douglas haciendo de biólogo experto en Elefantes.
-.......- Tamy incorporándose y pensando hacia mí:
1. Un minuto. Too bad! (malo malo)
2. Esto no me lo pierdo. Se acabó comitar. Ahora mirar y disfrutar.

Tamy comienza a contar en alto. Quince, dieciséis.... "Cojo cabrón", el vervet líder del grupo de demonios de élite, ya ha llegado al portón trasero. Su otra gente está en las ventanillas. Poco segundos después la situación se torna crítica. Unos treinta o cuarenta vervets han desecho el equipaje sin desdoblar la ropa. La ansiedad les hace defecar y miccionar constantemente sobre asientos, camisas, comida, mapas, libros de elefantes y manuales de supervivencia.

"Cojo cabrón" cojea a gran velocidad con unos prismáticos colgados al cuello y una Nikon profesional arrastrada con elegancia. La subida al baobab es un poco menos limpia, para la cámara. Desde la rama más alta dirige las operaciones mientras trata de sacar fotos y mirar por los prismáticos a la vez. Unos metros por debajo la ropa y complementos para la vida salvaje corren libres en todas direcciones. Un vervet sediento consigue abrir un tetra-brick de zumo de papaya. La fruta madura es mucho mejor que el zumo de brick, asi que ¿porqué no echárselo por la cabeza?. Unos horribles calzoncillos boxer trepan por los brazos de una acacia.

Tras su minuto, Douglas regresa y palidece. Intenta correr en todas las direcciones a la vez. Los monos observan curiosos desde sus atalayas el desarrollo de un ataque de ansiedad agudo en un humano. El más habilidoso del grupo parece anotar sus impresiones en el cuaderno de campo de Douglas. Se escuchan risas y Jimba Jimba de banda sonora mientras los diablillos gritones hacen continuos solos de felicidad. Tamy y yo no ocultamos, ni queremos, las carcajadas africanas.

Avisar es obligatorio. Insistir es de mala educación. Segundo aprendizaje en la lista de habilidades sociales para sobrevivir a la sabana boscosa Sudafricana.


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