viernes, diciembre 22, 2006

La estrategia

Casi todas la mañanas amanecía en el tren. Leuven- Bruselas.

Bélgica es muy pequeño. Es tan pequeño que si te duermes te sales. Yo me salía todo el rato. Algunas veces a Alemania. Otras a Holanda. Bélgica es también muy oscuro. Es tan oscuro que el sol se ha aburrido de salir. Y la gente se ha aburrido de esperar, que es el peor de los aburrimientos. Bélgica es también muy silencioso. Es tan silencioso que se bosteza pero no se silba. Y menos en el tren.

Teníamos la estrategia perfectamente diseñada. El trayecto entre Leuven y Bruselas duraba veinte minutos. Eramos tres. Elena, delgada delgada, pequeña pequeña y muy nerviosa. Siempre vestía de negro con un sobrero redondo que le tapaba las orejas. Tenía la cara blanquita y un mechón pelirrojo. Movía la cabeza como un jilguero enjaulado. Parecía un animalillo.

Antxon, ancho ancho, gordote e hilarante. Siempre vestía de traje, con cinto y gabardina. Tenía la cara redonda y solemne. Modulaba su voz de bajo coral eligiendo cada sílaba. Era tan ocurrente que sus palabras tenían mofletes con hoyuelos. Parecía un gigante travieso disfrazado de señor mayor.

Y yo. Peludo peludo, ojos muy abiertos y eterno sonriente. Siempre vestía de cualquier forma pero tirando a camaleón desgarbado. Tenía fama de bailongo empedernido y de congeniar hasta con el diablo. A Elena le recordaba al último jipi vasco-mohicano y Anton insistia en que mi estilo era de maniquí de la boutique "Mecagüen la elegancia".

Tras varios meses en Leuven nuestra situación financiera era muy delicada. Elena había gastado todo su dinero en chocolate y tabaco. Anton en chocolate y viajes en coche alquilado para visitar a cierta damisela. Yo en chocolate y en el sabor de los más de quinientos tipos de cerveza belga. Ante semejante panorama Elena fumaba y se movía mucho más rápido de lo habitual. Anton propuso atar a Elena y denominarnos, a partir de entonces, "La Pandilla Puta Pena". Yo mientras tanto, diseñé un sistema de abastecimiento de bajo coste en supermercados con poca vigilancia.Y un certificado médico de cleptomanía aguda por si las moscas belgas.

Sin embargo, nuestro principal problema era el tren. Tres billetes diarios de ida y vuelta a Bruselas. Un esfuerzo de privación cacao-alcoholico-amoroso-nicotínico demasiado elevado. Así nació la estrategia. El sistema belga se caracteriza por su honestidad implacable. Y por su silencio institucional. Al acceder al tren escribes en tu ticket multiviaje el día, hora y destino. Cuando pasa el revisor sella la casilla correspondiente. Si la información no aparece escrita, te confisca el billete, detiene el tren y, sin mediar palabra, te apea en medio de la vía férrea.

Nuestra "Pandilla Puta Pena" subía en el vagón intermedio. La inspección podía llegar de cabeza, o de cola. Antxon y yo ocupábamos las puertas de acceso. Misión silbar y entorpecer. Nuestro "animalillo", veloz hasta escribiendo, quedaba con el ticket y el boli . Sólo para casos de grave emergencia. Con el inspector comenzaba el baile. Un silbido rompe bostezos nos empujaba hasta el vagón de cabeza, o de cola. La consigna: andar pausado, sonriente, acompasado. El último en entrar vigilaba el acceso. Elena sólo escribía si: revisión llega a vagón antes que vagón a estación. En caso contrario: se acaba la función.

Aquella mañana llegué disfrazado de Westmalle Tripel. No supe abrir los ojos. No despegue los labios. No hubo silbido ni bostezo roto. Sólo un grave: "Ticket alstublief" del revisor. Señalé a Elena que se había apresurado a sentarse junto a Antxon. En la cola del vagón. El revisor me indicó, índice en espalda, que le acompañara. Antxon y Elena cabizbajeaban en el asiento. Y al juntarnos se hizo la luz. "El animalillo" llevaba puestas sus gafas negras y palpaba el asiento buscando el ticket. Un ciega con gran esmero. Antxon alzó la cabeza. Tenía los ojos bizcos, sonrisa bobalicona y la boca entreabierta con mueca salivosa. Impresionante panorama para un revisor belga con sistema. Lo intentó durante unos minutos. Habló despacio. Utilizó flamenco, muecas, frances, y chapurreó inglés. Finalmente me palmeó la espalda, como sólo se le palmea a un sordomudo, y continuó por la puerta, impasible, hacia su rutinario destino.

Mientras desaparecía se oyó a un sordomudo apostillar emocionado:

-"Habrá que hacer.... una historieta de esto, ¿vale?"

miércoles, diciembre 13, 2006

Qué hay de lo mio

-Mire usted, fue un golpe militar. Ya se supone que esto tiene siempre aspectos violentos. Fue para dejar su tierra mejor de lo que la encontró. Quién no haya cometido algún exceso que conecte el primer electrodo, o aplique la primera bañera. Tirar la primera piedra deja marca.

El ilustre senador de la democracia secó el sudor de su frente y bebió agua. Llevaba algunos años con faringitis crónica. Producto del servicio público. Y de la razón a gritos. También de que mentiras y amenazas dejan una vibración culpable en las cuerdas. En las vocales. Un eco interno sordo, de gritos apagados. Gritos consonantes.

Se concentro en pensar mientras hablaba. Aceleró su verbo. Engulló palabras y terminaciones. Balbuceo fórmulas memorizadas. Lugares comunes, honras de funeral que acostumbraba a vaciar de contenido. Paz y respeto a los muertos. Progreso, justicia y democracia. Simultaneó su monólogo externo con un breve dialogo sincero con su propio miedo.

Pensó en sus términos. En sus habituales "Don Manuél, ¿qué hay de lo mio?". Miró de frente su propio funeral, con honores implícitos de ex-ministro de gobernación del régimen. Ex-firmante de condenas convenidas, de órdenes de abrir fuego contra personas armadas de razón.... Y respiró tranquilo. Amnistiar la desmemoria es, después de todo, la mejor fuente de históricos epitafios.

jueves, noviembre 16, 2006

Un poco más alto que el resto.

Eres un poco más alto que el resto. Ojos marrones claros. Poco pelo y mucha sonrisa. Las manos largas e inquietas. Te escucho disimuladamente. Hablas despacio. Saboreando cada palabra. Me acerco.

- Hola. Te he visto en el bar de antes. Llevamos tres rondas coincidiendo.
- Si... Yo también me he fijado - respondes.
- Estoy de poteo con los del trabajo. Un poco compromiso. ¿Tu?
- Je.... He coincidido con gente que hace años que no veía... ¿Cómo te llamas? - preguntas
- Ander. Soy Ander. Y me llaman... Ander... claro. ¡Qué chorrada acabo de decir!
- Yo soy Jairo. Justo como me llaman. Jairo - ríes
- Bo!. Nada. Que nos vemos en el siguiente... ¿Os quedáis por aquí?
- Estos se retiran ya. Yo igual me tomo otra. -
esperas
- Yo estoy a punto de escaquearme de este grupo....¿te vienes?
- Si. Te sigo.

Despedida y salgo apresurado. Se que te llevo detrás. ¿Me sigues?. Vale. Acelero el paso calle abajo. Miro y sonríes expectante. Comienza el juego.

Giro brusco frente a un coche rojo aparcado al final del Cantón de la Soledad. Me escondo. Te carcajeas mientras saltas a verme. A buscarme. A intentar tocarme. ¿A que no me pillas?. Caracoleo entre personas. Unas con bufanda, otras con carrito, otras en bici y compañía. Me sigues sin acabar de atraparme. A ritmo. A que llegue.

-¡Casa!
- Ya...
-¿Subes?
- Si

Me miras entretenido, y yo te quito el gabán beige. Me dices que beige es el color del universo. La suma de las luces de las doscientas mil galaxias que componen el cosmos. Y yo te desabrocho la camisa. Color blanca, mientras acaricio tu pecho. Enciendo los grifos del baño y vierto sales perfumadas. Para ponerte dentro. Me arrodillo a tu lado mientras desapareces en la espuma. Te baño los ojos y los labios, cada comisura del cuello. Resbalo por tu espalda con mis manos esponja. Suavemente no me detengo. Recorro tus pies, tobillos y rodillas. El fémur, la cadera y el sacro, su homónimo opuesto. Me entretengo remolón en la pelvis y rodeo en ascenso sin pudor tu pene ahora erecto. Un pasaje completo hasta tu yo desnudo y mojado. Un pasaje que llega a su fin en la gran toalla que ahora te cubre. En la toalla con la que te seco. Cada pliegue, cada poro, cada pequeño afán cutáneo de tu cuerpo entregado.

Me miras complacido y regalado. Complacido y agotado.

-¿Vienes a la cama?
- Si. Es tarde. Estoy reventado.
- ¿Cómo hacemos lo de mañana?
- No se....yo me encargo de los pasteles. Ya sabes, ella seguramente haga una de sus tartas.
- Vale...Yo tendré que ir a comprarte algo. Ya estoy aburrido de la retaila de todos los años. ""Parece mentira que seas tan poco detallista hijo mio. ¿Tampoco este año le regalas nada a tu hermano?""

Hace ya un año que estoy por aquí. Gracias por la compañía.
Eskerrik asko guztioi

jueves, noviembre 02, 2006

Esperanza, latón y polvo ocre

Está casi anocheciendo. Cruzo el cauce del río, arenoso y sediento. Es invierno austral. Invierno de rio seco. Se escuchan pájaros de tarde junto al marula desnudo que marca la entrada al pueblo. También se escucha un jadeo. Es Jurgen. Jurgen boca arriba. Jurgen cabello negro y bigote ancho. Jurgen empolvado color ocre suelo. Jadea acompasado. Y Katerina encima. Sonrío breve y me aparto. No quiero que piensen que espío.

Fueron casi nueve meses buscando. Doscientos setenta días sin respuesta. Y al final se nos acabó el tiempo. No conseguimos un sólo ingeniero de aguas en todo Sudáfrica. Ninguno que quisiera trabajar tan lejos de todo. Nadie que, además de vivir en el bosque del norte, lo hiciera por no demasiado dinero.

-Pues si no hay aquí dentro, alguno habrá ahí fuera- dijo Tinhiko Khosa, la administradora y adjunta al director.

Y hubo uno. Se llamaba Jurgen Swager. Alemán del este. Cara blanca y sonrisa cuadrada. Aceptó con muy pocas palabras. Todas las que sabía en ingles. Había trabajado en Kenia y en Tanzania. Sala, su mujer tanzana, y su perro Klaus vendrían con él. Ponía muy pocas condiciones: un lugar para vivir y una valla alrededor de su casa para que Klaus no corriera tras las gacelas, los facoteros o las jirafas. Pero hubo una más:

- No iré sin mi coche. Mi coche viene conmigo. Trabajo con mi coche. Está en Alemania.

Tratamos de convencerle. Durante varios minutos. Le ofrecimos un todo terreno a cuenta de la organizació. Duro y apto para las carreteras locales, de tierra y arena. Y dijo que era un hombre de palabra, y de idea firme. Su palabra: no. Su idea firme: nunca cambio de opinión cuando tengo una opinión.

Shakta Kwgedi, el director financiero, dijo que deberíamos pensarlo. Que traer el coche desde Alemania costaría muy caro. Que habría que fletarlo en un contenedor y mandarlo por barco hasta Ciudad del Cabo. Después conducirlo dos mil doscientos kilómetros por carretera hasta el pueblo. Dijo que habría que hacer cuentas y calcular la rentabilidad de la operación. Después dijo que algo había oído él a cerca de lo cabezotas que son los alemanes. Y para cuando acabo de decir todo esto, Jurgen hacía rato que había firmado el contrato.

Fueron casi nueve meses imaginando. Doscientos setenta días de larga espera. Por el pueblo corrían más de seis versiones diferentes sobre cómo era el coche. Circulaban varios bocetos a lápiz de su diseño aerodinámico y su ingeniería alemana. Todas nacían de las parcas descripciones que ofrecía Jurgen. Nada de Shangaan, poco ingles y menos gestos. Karl, amigo de Jurgen y autoproclamado mecánico sincrético del pueblo, se jactaba de poder dibujar con un palo en el suelo, el frente y alzado de la máquina. También apostaba doble contra sencillo al nivel de parecido con la realidad.

Mientras esperaba su coche, Jurgen sonreía inquieto y acumulaba cantidades inmensas de opiniones que nunca cambiaba. Y también un armario lleno de malentendidos. Él siempre decía que era ingeniero y no licenciado en habilidades sociales. Pegson Mokoena, el encargado de mantenimiento, le preguntó una vez si en la universidad de Alemania, donde quiera que eso estuviera, no daban clases sobre cómo hacer amigos.

Y llegó el día. Estaba casi anocheciendo. Un gran camión con remolque cruzó el cauce del río, arenoso y sediento. Era invierno austral. Invierno de río seco. Gentes del nuestro y otros pueblos se apelotonaban curiosos para ver el ingenio alemán del ingeniero. El conductor del camión levantó la lona protectora entre hipos y grititos.....

Era un coche....cuadrado. Totalmente cuadrado. Como el que dibujaría con tiza un niño de seis años. Marrón y chato. Tenía dos puertas, asientos de escai plastificado. Faros cuadrados. El volante estaba a la izquierda. Tremendamente exótico para un país acostumbrado a circular también por la izquierda. Alguien hizo el primer comentario afro-jocoso. Fue sobre la depurada ingeniería inversa alemana. Jurgen correteaba nervioso asegurándose de que el carro no había sufrido ningún desperfecto. Finalmente cogió la llave, subió, se acomodó en el asiento del piloto y encendió el contacto. Un largo brrrrrrrrmmm apagado ocultó la carcajada general que se quedó meses colgando de cada rama. Después un puff, puff, puff, puff , y ya nunca más nada.

Katerina nunca anduvo un sólo metro. Jurgen juró que la haría arrancar. Cada tarde se metía bajo ella a trabajaba largas horas. Todavía hoy, cuatro años después, suspira algunas tardes bajo su polvorienta amiga. Yo, a veces, le llevo una cerveza y le dejo que me cuente, una vez más, cómo esperó más de nueve años para que el gobierno de la antigua RDA le adjudicara el coche; cómo su mecánica es simple pero segura; y cómo él nunca irá a ningún lugar sin que le acompañe su esperanza cuadrada, forrada de latón marron y polvo ocre.

lunes, octubre 30, 2006

Mi Mad Mad me Meme

Me llegó un Meme de Mad.
Sí. Sí hay un músico memerable en mi vida.
Por todo estos años,
memerece:
Georgie Dann

1.- ¿Eres hombre o mujer? La barbacoa
2.- Descríbete: Malo pa la salud
3.- ¿Qué sienten las personas acerca de ti? Mi cafetal
4.- ¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental? Ay caray!
5.- Describe tu actual relación con tu pareja: El negro no puede
6.- ¿Dónde quisieras estar ahora? Carnaval Carnaval
7.- ¿Cómo eres respecto al amor? Cachete, pechito
8. ¿Qué pedirías si tuvieras un solo deseo? Acariciame
9. Escribe una cita o frase sabia: Por qué un pijama
10. Ahora despídete: Dale Dale

Dale Dale

jueves, octubre 19, 2006

Sonrió

Sonrió. Estaba tan cansado que decidió acostarse un rato. Un rato largo. Un rato tan largo que a cualquier observador impaciente le pareciese, al menos, una eternidad. Era temprano. Olía a luz y calor. Pero él tenía frío. Así que decidió tumbarse con su txapela. Llevaba boina desde hacía, por lo menos, otra eternidad.

Sonrió. Como hacía casi siempre. Como antes y después de casi todo. Pensó en su boina de paño y en el día en que salió del hospital. Hacía ya 60 años. Recordó el olor de la llegada. El olor al despertarse del sedante que le inyectaron en el manicomio. Recordó el olor de la salida, seis años después. Y el calor de su boina. La boina que tapaba el agujero de trépano en su cabeza. Recordó la mano del cirujano. Su estrecharla firme. Su sonrisa ansiosa y el agradecimiento por la operación. Lobotomía prefrontal. Único superviviente de un experimento múltiple con enfermos mentales. Salía extirpado y con la bicha que le acosaba desde el final de la guerra.

Nunca más pudo trabajar, ni entender ninguna obligación. Sólo sonreír. Y querer a esposa y cinco hijas sanas. Y luego muchos nietos. Y biznietos. Y ya nunca más la necesidad de escapar de nada. Ni de su propia risa. Se movió inquieto en la cama. Notó las piernas hinchadas y cerro los ojos.

Canturreó. Canturreó su canción de noche. Canturreaba horas y horas. Era su trampa urdida durante años. El señuelo infalible para el sueño esquivo. Oyó a su hija murmurar que no empezara otra vez. Oyó a su yerno decir que no se dice "catarrera", que es carretera. Sonrió. Recordó aquella catarrera por la que caminó. Con el fusil al hombro. Recordó caminar entre aviones negros. Y aunque ahora, con su lobotomía a cuestas se rieran de él, siempre supo que los aviones negros son los peores.

Caminó. Desde el frente del Ebro hasta casa. Caminó desde que supo que su padre había muerto, que su madre estaba sola y enferma. Que era tiempo de cosecha. Caminó aunque su compañero le gritó que no desertara. Sonrió. Un campesino no deserta nunca de su tierra. Ni de su madre Gregoria, su tatuaje en el antebrazo. Lo arrestaron meses después. La guardia civil por esconder un fusil. La policía militar por abandonar el frente. El médico militar por su loca cabeza superviviente.

Sonrió. Se le estaba enfriando el pecho. Canturreó y cerro los ojos. LLegaba el sueño. Estaba tan cansado que decidió dormir un rato largo. Tan largo que a cualquier observador impaciente le pareciera una eternidad .

Duerme bien, abuelo.
Sonríe, canturrea,
y dale seguido por la catarrera.

A mi abuelo Adrián.
5 Marzo 1916 - 18 Octubre 2006

lunes, octubre 09, 2006

Rapapolvo

¡¡Ala!!!
Ya le han crecido arañitas mofonas.
Y han tejido sus esqueletos de sonrisas en las esquinas.
Cada cuadrito de seda encierra un segundo vacío,
cada capullo atrapado quizá varias horas de espera.

Ya se acumulan montoncitos de polvo, la caspa del tiempo,
en la cabeza de las letras.
Hay un corta-pichas reptando entre ideas viejas,
y gusanos de seda mariposeando por la sexta reencarnación,
borrachitos de licor de morera.

Esta cabecita crealugares deshabitados
se merece un rapapolvo.
Y he empezando a poner de mi parte.

Ayer visité a Severino.
Es el señor antiguo que siempre encontró remedio a los desmelenes de mi padre, y mucho antes a los de mi abuelo. Ninguno de los dos tenía ni un pelo de tonto. Para eso estaban Severino y sus sólidas razones de doble filo.
Trabajo fino.

Ayer llegué:
- ¡Hombre! ¡Cuánto tiempo! Vaya horitas de venir a verme. ¿Qué, que hacemos? - Severino sonriente
- Severino, ¡RAPA!- Yo monosilábico y severo

Ahora que aunque tardón tengo la mitad del trabajo hecho.....
¿Alguien que me quiera echar un POLVO?

jueves, septiembre 21, 2006

Izarren adurra (saliva de estrellas)

-¡¡Seguro que es tan tarde!! Porque está muy oscuro. ¿A que sí aita (papá)?
- Aita, ¿y nos podemos quedar a dormir aquí? Sin manta, ¿vale?
-Aita, yo me siento en el suelo ¿vale?. Está calentito. Y no hay hormigas.

- Hay estrellas. Hay mil. ¿A que sí, aita?
- Aita, ¿cómo se hace un cohete? Yo quiero un cohete para ir a las estrellas. Has estado tú en un cohete? ¿Y en las estrellas?
- Aita...¿Y quién vive en esa estrella roja de ahí? ¡¡Aita, jo, deja ya a Miren!. ¡Mírame aita!. En esa roja de ahí.
- Miren no entiende, ¿a que no aita?. Porque es pequeña y todavía no tiene años. Y yo tengo éstos, ¿a que sí, aita?. ¿A que ya no soy pequeño? ¿A que soy mediano, aita?... Aunque todavía no puedo conducir cohetes.
- Aita, ¿y los cohetes se chocan con los meteoritos?
- Son tan brillantes las estrellas... son muy preciosas, ¿a que sí?
- Aita, ¿qué es más precioso una estrella o un tesoro de los piratas?
....................................
- Aita, cuando me suba a las estrellas te bajo una. Para ti.
- Y también le bajo una a Ama. Para su casa.

-¿Y a tu hermana Miren no le vas a bajar una?

- Si ya, total para qué, ¡para que la chupe!

A Gladys, Pablo y Nerea

martes, septiembre 12, 2006

Ojos vidriosos

Hay un vendedor de perdones en la calle de los quioscos.
Tiene la cara tiesa dura, y el pelo graso lacio.
No le penetran las razones punzantes, y le resbalan los vicios culpables
Abre a media mañana y se sienta en su silla balancín,
a esperar que lleguen los primeros arrepentidos.

Son fijos los diarios del remordimiento,
buscando perdones vistosos y con pocas páginas.
De usar rápido y tirar. De portada y resumen.

Después del aperitivo llegan los coleccionistas de perdones por fascículos,
perdones de ayer y de hoy con sus cajitas contenedoras a juego.
Perdones de tener todos y exponer. De vitrina y polvo.

Están también los de los perdones reciclables de múltiples usos,
los religiosos y facilitadores de perdones grupales,
los perdonavidas profesionales a por perdones de alta carga,
y los promiscuos y aprensivos en busca de perdón seguro.

Últimamente llegan bastantes a por perdones de este siglo,
con muchas palabras vacías y con espejito sonriente,
ediciones especiales para el autoperdón.

Y es al anochecer que llegan los del perdón impúdico.
Estos quieren perdones desnudos y lascivos,
perdones de posturas imposibles, para intercambiar,
para mirar, para revolver tripas y conciencias,
para agitar el deseo de tener más de uno.

Hoy me he acercado a su quiosco con los ojos vidriosos,
buscando un "perdón no se qué", blando pero arrojadizo.
Me he acercado tanto a su cara tiesa dura, a su pelo graso lacio,
que sólo ha tenido que susurrarme:
- Siéntate en esa silla y espera
- ¿Esperar a qué? - angustiado porque alguien me viera
- A que pasen las horas de la añoranza y te lleguen las de saber que cara tiene tu jodido perdón - ha respondido sin mirarme.

lunes, agosto 21, 2006

Te digo. Un retrato

Hola. Me gusta mirarte.
Hace que no te veo. Y esa foto que me regalaste está tan seca...

Vengo a hacerte un retrato.

Primero la trama del fondo. Las lineas que me han traido hasta ti. Las rectas y las perpendiculares. Los meridianos y los paralelos del mundo que te conozco. Mira ésta que llega desde el otro lado del océano. Mira que trazo ancho me ha salido. Es por apretar el tiempo. ¿Y esa? ¡Vaya! Pocas veces me salen tan rectas. Es porque ésta la tiré sin pensarte. Como....como un deseo directo. Sí eso, sin curvas, sin espera que no se como decirte esto. No, no importa que te muevas. Cámbia de posición si estás incómoda. Las dibujo para verte más fácil. Son todas mías. No. No pueden sujetarte.

A ver.... Ahora ya. Si no te importa empiezo....por la raíces. Voy a mezclar colores. Ocre Addis Abeba, mar Uribe Kosta, fuego Mayarí.... y un lienzo blanco frio. Ahora mirarte tal como me llegas. El olor oscuro en espirales sobre tus hombros abiertos. Negro. Brotando sin permiso ni duda. Suelto hasta el más absoluto de los enredos. La extensión recién nacida del alma. Te ries... Sabes que me hipnotiza verte nacer.

Bien.... Voy con la intención. Dulce. Tan dulce que se te llenan los sueños de hormigas. También frágil y temblorosa. La voy a pintar como cuando me la cuentas. Una intención color...flan. Tan pendiente de entregas incondicionales, como de leche materna. Tan cubierta de azucar quemado por el sol de los días de ¿hoy qué comemos?, de los de a veces no se si quiero desaparecer.

Bueno... ya casi está. Sólo queda lo que dicen es lo más complejo de un retrato. Lo intento de un trazo. Pintarte la voz sin que quede atrapada. Sin que se pierda ni un sólo matiz entre los labios. Hacer que la boca dibuje toda tu música. Que recoja el espacio sinfónico entre las sílabas. Pintar el sonido mágico de cantarme a capela más de mil canciones.

sábado, julio 08, 2006

Barajas

Trànsito entre dos puntos terminales.
Terminal 4 meses de locura.
Mientras dejo atras sus edificios recientes, sus gentes entre despistadas y cabreadas y demasiadas maletas llenas de razones sin entregar, se me cruza una lagartija urbana a la que todo esto le importa un rabito.
¿Algun interpretador de cruces de lagartijas en terminales?
Terminal 1 mes de otra cosa linda
Al fondo se ven ya las luces de mi Malecòn. Y tambièn hay un hombrecillo con pantalones cortos que es clavadito a mis promesa de volver.
¿Algùn interpretador de recurrencias anuales?
Y ahora sòlo queda entregarme a tu rapto.
Dispuesto a que me abduzcas otro poquito, una vez màs, querida Habana.

Pd: ¿Algùn animador/a de cafeterìa en terminal 1?

miércoles, junio 28, 2006

Una mirada y un botón

No digo que tú y yo nos entendamos,
sólo digo que tú, a veces, me miras bien.
Y lo digo porque te veo mirar centrado,
ni por encima del hombro releyendo deseos
ni perdida en el escote de mis excesos verbales.

No digo que tú y yo ójala nos desnudemos,
sólo digo que tú, a veces, me vistes mucho.
Y lo digo por el traje ignífugo de tus besos de adiós,
ni cubiertos pudorosos por vergüenza de unos labios,
ni desnudos de intenciones de abrigar esperanza.

Ni siquiera digo que tú y yo alguna vez.
Sólo digo que tú siempre que quieras.
Y lo digo por si encuentras un botón rojo perdido en tus manos,
que ni me busques urgente para coserlo a la piel,
ni lo apiles descuidado en el cajón de los botones de devolver.

jueves, junio 08, 2006

Sabor, saber y jodedera

Es 26 de Julio en Santa Clara. Se respira un calor tan exquisito, que el aire sabe dulzón. Dos guajiros saborean su habano en un banco de madera, en la plaza, a la sombra de un plátano. Amenaza tormenta. Nada se mueve mientras me acerco.

-Compadre, ¿saben ustedes de alguna guagua para Matanzas? -pregunto sin empujar las sílabas.
-Humm....no es fácil. Hoy es 26. Todo el mundo está en el mausoleo del Che. Con Fidel -Responde el guajiro vestido con mono azul. Tiene unos sesenta y cinco años y entredientes tintados de tabaco puro
-Vengo de allá. Parece que se suspende el discurso de Fidel. Por la tormenta que llega del norte. - apunto mientras me siento a su lado
-Ahhh....no es fácil....aquí tremendas tormentas que nos llegan del norte. Y tremenda lluvia del oeste -ríen a carcajadas. A compás.
- ¿Gallego? - afirma el segundo guajiro entre interrogaciones.
- Vasco - respondo en versión contestador automático

El segundo guajiro viste guayabera azul y pantalón gris de tergal. Se coloca el sombrero de paja y me explica que él tiene familia en Bilbao. Aguirre. Y que su bisabuelo llegó a Cuba y se encandiló de una prieta (negra) de Santiago. Reímos. Le explico que es ya el sexto Aguirre que encuentro. Y su respectiva prieta. Reímos. Y baila la brisa anunciadora. Aguadora.

-¡Pinche jodedor, el gallego es candela ¡Le gusta la jodedera!. No está de paso en Cuba- entre dientes y carcajadas, el primero
-Llevo un tiempo por aquí. Trabajando. En Guira de Melena, al sur de la Habana. -explico adelantando la pregunta

Los dos guajiros me cuentan ahora. El segundo siempre ha trabajado en el campo, en la zafra de caña, en un Central Azucarero en Sancti Espíritu. El primero es músico. Durante años tocó la guitarra en Varadero, en hoteles de turistas. A estas alturas, a los dos les ha llegado la jubilación, y a los tres una botella de ron blanco. Bebemos sin prisa, esperando que no llegue la guagua. Y entre cuento y cuento nos vamos confesando. Y pasa la tarde, y tampoco llega el agua.

- Y tú que has viajado por ahí, y puedes comparar entre mundos, cómo dirías que está de desarrollada Cuba....comparada con otros países latinoamericanos- pregunta el jubilado de músico.
- ¡Oye chico, qué cosa más grande caballero! ¿Qué pregunta es esa que le haces? - increpa el segundo, zafreño azucarero en el Espíritu Santo
- ¿Cómo? ¿Que no puedo preguntar si me interesa?- el primero, encañonándonos con roncito y puro.
- ¡No me estés arriba de la bola, comemierda! Claro que puedes, asere. Vives en un país libre cual solamente puede ser libre, qué bolá. Pregunta, pero pregunta bien. Tendrás que decir al menos con qué mides desarrollo ¿no?. ¿Le hablas al gallego del nivel de ingresos, del nivel de alfabetización, del acceso a la educación, de oportunidades, o de que le hablas? - el campesino guajiro azucarero mientras nos sirve razón copada de ron cubano.

jueves, mayo 18, 2006

Letras rojas

Mikel era el padre. Él sostenía el libro.
Alaitz estaba sentada a la izquierda y Aner a la derecha... del padre
El libro tenía letras muy grandes y dibujos muy pequeños. Era un libro de ver y leer.
Aner había dicho que aquel era un libro muy importante.

-Aita, este es un libro muy importante. Tiene letras rojas. ¿Pone mi nombre?

Alaitz miraba fijamente al suelo. El suelo era de cuadritos de madera. Había un cuadrito que tenía un raja, y en la raja una hormiga. A Alaitz le gustaba el libro porque daba aire.

-Aita, este es un libro muy importante. Cuando pasas las hojas da aire.

El padre leía declamando todas las letras sin descanso. También las rojas.
El padre leía reclamando toda la atención sin descanso. También pasaba las hojas.

-Mikel, lleváis ya tres horas. Deja un rato a los críos. Ya aprenderán
-Van retrasados. No quiero que digan que los hijos del padre no pueden seguir al resto.
-Pero míralos. Están agotados. Ya querrán hacerlo algún día.... Míralos, tienen los ojos rojos.
-Claro. Claro que tienen los ojos rojos. Llevo un mes trabajando este libro. Y hoy ya están a punto de romper a.....leer.

martes, abril 25, 2006

Surrealismo y alargaderas

- Hemos quedado a las seis y media. Venite y hacés un poco de percu... - dice con las cejas afeitadas.
- Imagínate que lo que llevás es un cajón flamenco. Eso es lo que es... Pero lo que agarrás son cuatro placas de texturas que se funden en los cantos. Asimétricas al tacto. Y un círculo en la espalda de una de las placas que escupe sonido. Que canta a golpes. Vos sos el pulso de su vida vocal. - dice con pelo negro escarola.
- Anímate. Hay un megáfono. Yo llevo unos textos surrealistas. Con muchas letras que pintan cosas. Y los leo a quien pase. O que me los lean. La que pase. - insiste en una sonrisa sin afeitar y en bombacho con el tiro tobillero.
- Va a ser lindo. En el centro de la calle. Nerea viene disfrazada de. Y va a bailar. LLevamos un ampli negro que funciona. - pendula descalzo y saltarín con pies alternos
- Llegarán zancudos y malabaristas. Luego, en procesión, nos movemos hacia lo viejo. Y tocamos samba con los brasileiros. Quiero que estés.- susurra, con la cabeza semi inclinada por el peso del gusto al pedir, y sirviendo ganas en bandejitas con sies de chocolate.

Son las siete menos veinticinco. La tarde es invernal menos dos. Oscurece en la arteria central de la ciudad de sequedades. Espero, brevemente acompañado, en un banco cercano.

Llegan a lo lejos. Son tres que caminan separados ocupando calle. Ella viene disfrazada de. Y trae un megáfono. El llega descalzo, con bombacho de tiro tobillero, el pelo escarola, la sonrisa que brinda sies de chocolate y penduleando con un candomble (tambor uruguayo) en una mano y un ampli negro que funciona en la otra. Hay un tercero con cara de nada y abrigo hasta los pies. Trae dos libros grandes y paginosos.

Me besan con ganas. Me abrazan con presencia y van extendiendo el material por la calle. Sin orden, ocupando el máximo espacio posible. La gente camina esquivosa. Tratando de no relacionar su paso con nada, pero enredándose entre nuestras miradas y los hilos invisibles que dan forma al gigantesco escenario.

- ¿Como estás?. Va a ser bueno. Mira, traigo el ampli. ¿Creés que alguien en la calle me dejará enchufarme? No tengo alargadera. Pero pido. - asiente en semipregunta convencida.

Espero fuera mientras camina hacia la boutique de la esquina. Las puertas de cristal y las luces del escaparate iluminan el desconcierto de la dependienta. Ella vende complementos de piel y abrigos de lujo. El da saltitos mientras habla, con un ampli negro en la mano. Ambos gesticulan amables. Ella hace muecas sin parar.

Vuelve penduleando y sonriendo. Que no tenía alargadera. Que muy simpática. Que si puede se pasa a mirarnos. Que sigo preguntando. Que lo intento en la tienda de trajes de boda esa. Que qué frío ¿no?. Que porqué no tocamos algo o leemos algo surrealista mientras tanto. Le digo que me voy a tomar un café calentito. No le digo nada sobre el frío seco de la vergüenza ajena. Sonrío

Regreso un rato después, con el asombro descongelado y la vergüenza abrigada. Hay casi cien personas formando un corro enorme en el centro de la calle. Una alargadera largísima enchufa el ampli a una cadena de ropa de lujo. El hilo blanco sale de la puerta principal, entre el trasiego de tacones indiferentes. Un señor con barbas y gorra negra de lana, de estibador, toca desafinado el bajo eléctrico. Cara de nada lee poesías. Nerea baila de. Él toca candomble a lo suyo. Me ve apilarme con los curiosos y, manteniendo el ritmo con una mano, agarra el megáfono con la otra y me dice al oído:

-Maestro, arráncate al cajón que hoy la liamos

miércoles, abril 12, 2006

Alquimia

Llevo mucho probando.
He puesto a macerar fragancias apestosas con "adestiempos" y aburrimiento
He mezclado raspaduras de rechazo fresco y gotitas de ojera
He hervido miradas limón con pétalos marchitos de flor del horror
He recogido pelo de silencio y rocío lagrimoso de hastío e incomunicación
He destilado carencias profundas en botecitos con mordazas impuestas
He oficiado sacrificios con lo que queda tras tu sonrisa eterna
He cosido collages de seres perfectos que te hagan de espejo

Y no consigo dar con la fórmula adecuada
Y ya no se si lo que falla es el conjuro
o es que falla la intención.

¿Como puedo dejar de desearte sin herir de muerte el deseo?

lunes, marzo 27, 2006

Sequedades

Yo vivo donde me ocurre todo lo cercano. Convivo con todo "lo local", y con las gentes que lo construyen. Y entre las costuras que me tejen a lo cotidiano hay al menos tres hilos de percepciones:
- Lo que cuentan las visitas guiadas: el casco histórico, sus palacios, catedrales y su disposición medieval.
- Lo que valoran las visitas guiadas: el orden y la planificación, los servicios y sus zonas verdes, su excelencia ambiental y su alta calidad de vida.
- Lo que sólo aquí me atrevo a confesar: el hedor rancio que exhala y un fondo persistente de sequedad.

Lo rancio persiste invisible en el pasado acumulado. Son montoncitos de tiempo que pisas sin percatarte. Son baldosas de acuartelamiento militar y sede episcopal. Son calles con personas que pasean en ropa de domingo. Son miradas acartonadas que juzgan, insolentes, todo lo nuevo. Son terruños de protocolo tradicional que opinan. Sin que nadie les pregunte. Son hechuras que respiran sequedad. La del agua estancada. La de los museos de cera. La del frío que se queda.

En la rancia ciudad de sequedades hay un humedal. Frente a mi nuevo balcón. Los patos cuchara, las fochas y los ánades azulones anidan en sus tardes. Hay también una comunidad de escarabajos carábidos y varias libélulas amenazadas. Sus nombres no los cito por obvios motivos. En el sotobosque de un solitario robledal se esconde varios galápagos autóctonos y alguna "rana ágil". Ni asi consiguen escapar al peligro de extinción.

El humedal es también un oasis en las rutas migratorias. Ofrece tranquilidad y mucha comida a nómadas con alas. A nómadas sin papeles, sin país, sin ganas de tenerlo, sin necesidad de defenderlo. Algunos se quedan a pasar el invierno e incluso eligen estas lagunas para criar. Se de algún carricerín cejudo, varias garzas imperiales, dos o tres cercetas carretonas, un simpático avetorillo común y muchas espátulas que han pasado largas temporadas. Con algunos he compartido cafés y tardes de escucha. Aunque sólo nos veamos de lejos. En la cercanía del silencio y el oír cantar.

miércoles, marzo 15, 2006

Baobab

"Thohoyandou", cabeza de elefante. Así llaman los Vha Venda a la capital de su territorio, al norte de Sudáfrica, en la frontera con Zimbabwe.

Dicen en Venda que en las montañas que rodean al Lago Fundudzi duermen los espíritus de los hechiceros que alumbraron a los Vha Venda. Nadie puede adentrarse a pie en este sagrado territorio. Las pisadas perturban el sueño de los ancestros. También el de la Pitón Gigante, diosa de la fertilidad. Ella vive sumergida en las aguas del lago. Un lago entre bosques de baobabs.

Dicen en Venda que, al principio de los tiempos, una hiena se enfadó con Dios. Por crearla fea. Por su cabeza enorme de perro loco. Por el tronco con joroba de bípedo anciano. Por sus patas cortas y desiguales. Por el color gris nada y las pintas marrones de leopardo desteñido. Por ser carroñera y compendio de despojos. Por su estúpida risa perruna. Por ser el remiendo amorfo de la creación. Dicen que Dios, avergonzado de su obra, le regaló a la hiena un árbol. Un baobab. Y que ésta, enfurecida, arrancó el árbol de raíz y lo plantó al revés. Por eso que los baobab parece árboles invertidos. Lo visible son sus raíces. La copa, sus ramas frondosas y su hojarasca, se esconden en lo invisible.

Dicen en Venda que el Gran Baobab (43 metros de circunferencia en la base y más de 4000 años de antigüedad) es el más anciano de la tierra. El gran baobab vive en su bosque, cerca del poblado de Sagole. Su corteza, lo visible, parece de piel de elefante. Lo invisible palpita vivo a sólo un rasguño de profundidad. La coraza más liviana de la creación. Dicen que en Sagole brota del subsuelo la magia, protegida por un bosque de seres brevemente acorazados.

Dicen en Venda que sólo quien soporta la rabia animal y la verguenza divina tiene ojos para lo invisible. Que sólo quien desentierra sus raíces es capaz de entender a quien mira más allá de su propio suelo.


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martes, marzo 07, 2006

El proyecto

Llevo varias semanas reuniendo todo lo necesario.
Una azada con el humor afilado para escarbar durezas.
Una pala de boca ancha para apilar segundos viejos.
Varios destornilladores de apretar estimas,
y una llave inglesa que traduzca todas mis versiones más originales.
La guadaña de segar desesperanzas que me regaló mi abuelo,
y las gafas "que bien te veo" de la difunta abuela avellana.
Tengo también tres saquitos de momentos libres sin germinar,
y varios semilleros de imágenes.
A dos de ellas les nacen tallitos con locuras.
A las últimas que soñé se les ven los futuros viajes.
Anteayer conseguí un "espantaquejas" con sombrero,
varias guías de caña para pasiones trepadoras,
y una bota de "vino para quedarse" que me regaló el frutero.
Ya está todo dispuesto.
Hay un terrenito con espacio libre,
y una casa con puertas abiertas para que corra el aire.
Hoy comienzo un huerto con nombre de proyecto:
Gogoak Berpiztu: Recuperar Las Ganas

lunes, febrero 27, 2006

En minúsculas

Casi nada es lo que parece. Casi todas las puertas encierran lo no común. Casi nunca lo hemos visto todo. Casi todos los días me olvido de recordármelo. Casi. El único remedio contra la monotonía.

Enfrente vive una señora mayor y coja de las dos piernas. Anda sin doblar las rodillas. Se conduce lenta y curiosa. Espalda y cadera forman un ángulo agudo que coloca sus palabras unos centímetros por delante de sus piés. Tiene dos lunares. Uno en la frente y otro muy cerca de la comisura de los labios. Usa gafas con lupas.
- Buenas tardes. Es usted el nuevo vecino, ¿verdad?.
- Si, buenas tardes.
- Encantado de tenerle entre nosotros. Y no dude en llamar para lo que necesite. Estoy a su disposición. Por un caballero como usted está una dispuesta a ayudar en lo que haga falta.- hablando a unos centímetros de mis ojos.
- Gracias...- apurado y tratando de entender y salir pitando a la vez.
- Espere un segundo - manejando los espacios entre mi puerta y la escalera con sutil desesperanza. Necesito hablar con usted.

Entre nerviosa y decidida, alarga su mano y me entrega un papel doblado.
-Léalo, por favor -afirma con voz firme y ojos cómplices.

En collage. El texto es un collage de revistas variadas. Al principio sólo reparo en las caras de algunos famosos desfigurados a tijeretazos. Y pienso en la venganza de una telespectadora sepultada por las vidas de otros. En segunda mirada leo en silencio:

SOY UNA MOMIA
BUSCO AMIGOS
-Ehh....yo...mire, tengo media hora. ¿Quiere tomar un café?- sin capacidad de reacción ante una verdadera momia.
- No se apure....bebo café común. Sólo. Todas las momias lo hacemos. No se si sabe usted a lo que me refiero. - pregunta hablando solemne y segura. Con seguridad y presencia de momia.
- Pues no...- mientras la sigo a mi cocina.
No se sienta. Sus articulaciones no se lo permiten. Prefiere la posición natural extendida...de una momia, supongo. La observo intrigado mientras sorbe su café con exquisita finura. No se que decir pero no puedo dejar de mirarla.
-Mire. Se que esto le parece raro- arranca segura. Pero soy realmente lo que le digo. El faraón me eligió entre las más bonitas del lugar. Nunca preguntó nada. Me trajo a su corte y a su muerte me enterró con él en esta pirámide. - prosigue entre sorbo y sorbo. El se pudrió hace tiempo. Por mal embalsamado. Lo habrá olido usted cuando se encuentran en el ascensor. Yo, sin embargo, me he conservado intacta. He esperado mi momento y me he dejado encontrar.
Ahora sólo necesito amigos.

Paseo muchas tardes con la momia. Yo, aunque nunca me interesó la arqueología, he conseguido el sueño de todo egiptólogo. Ella, que siempre quiso decidir cuándo y quién debía profanar su secreto, ha encontrado un explorador amigo. Y los cafés del barrio, sin que nadie lo sepa, son breves y casuales testigos del trascurrir de la historia. En humanas minúsculas.

miércoles, febrero 22, 2006

¿Quo vadis?

¿Puedo mirarte hacer la maleta?
Elige calcetines gordos y jerséis de lana,
debe hacer mucho frío allá donde vas.
No. No iré a despedirte.
Te vas tan lejos de los días,
tan a esconderte de lo que quiero,
que se que no volverás.
Claro que ya partieron otros,
algunos viejos avergonzados
y muchos jóvenes bien morbosos.
El exilio interno está poblado de deseos,
cada uno tan libre, cada cual tan orgulloso,
cada uno tan especial....
Y no te olvides de tus libros de consejos,
los imprescindibles y los dedicados.
Yo no me los quiero quedar.
Dicen que hay sillas y mesas cojas
en los cafés oscuros del exilio,
y que sólo con lamentos vacíos,
son imposibles de calzar.

lunes, febrero 20, 2006

Todos lo hacen

Nunca me despertaba a las noches. Esta era mi frase orgullosa en las conversaciones sobre el dormir:

-Yo nunca me despierto, ni con una explosión. Una vez estalló una bombona de butano en el edificio de enfrente y todo el vecindario se enteró menos yo.

Cierto. Exagerado pero básicamente cierto. Una verdad de barrio. De las de café con pastas los domingos. Todo el mundo sorbe café y sabe que las explosiones despiertan a todos. Y todo el mundo mira las pastas y reconoce los sueños profundos a prueba de explosiones.

Nunca me despertaba a las noches. Esta es mi frase triste sobre lo que ya dejó de ser.

Eran las tres de la mañana. Fue un golpe sin eco. Y después gritos. Creo que fueron unas ocho o diez personas. Todas armadas. Todas de negro y con la cara cubierta. Me encañonaban y gritaban. Los puntos laser de sus infrarrojos se posaron en mi frente y mi pecho. Gritaban.

-¡Levántate de la cama hijo de puta! ¡Al suelo cabrón! ¡Al suelo! ¡No levantes la vista! ¡No levantes la vista o te reviento el cráneo!
-¡Donde está el resto! ¡Habla o te pateo el hígado!
-¡Quién más hay, quien mas hay!
-¡Dónde escondes las armas! ¡Habla hijo de puta!!

Hubo muchas patadas y manotazos. Hubo muchos más gritos y preguntas. Hubo también un señor que se identificó. Dijo que era secretario judicial. Aquello era un registro y yo estaba detenido. Tenía derechos. Murmuró una retáhila de la que yo fijé una sóla frase.

-Tiene derecho a permanecer en silencio

En aquel momento decidí que ese era el único derecho que quería ejercer.

El señor secretario me indicó que procedía al registro del cuarto. Yo debía observar. Un grito constante decía que si levantaba la vista me partía en dos. Debía de haber unas nueve o diez personas en un cuarto pequeño que compartíamos dos personas. Aquello duró varias horas. Se lo llevaron todo. También lo mío.

Me trasladaron esposado en un furgón, en cuclillas. Me gritaban y me golpeaban sin parar. Muchas horas de viaje. Golpes gritos y relatos. Se voceaban entre ellos lo que me esperaba. Cómo iba a probar la bolsa. Que tenían preparados los electrodos. Que les había jodido el fin de semana. Que me iban a joder la vida. Que me iban a joder. Que si me acordaba de cómo quedó tal, que si vi las fotos de cuál.

En los cuatro días que duró la incomunicación vi dos veces al forense. De camino a su despacho el agente que me acompañaba me susurró por primera vez:

- Si denuncias tortura te mato. Recuerda que te tenemos un par de días más.

El forense me examinó de oficio. Un breve historial sobre salud, ingresos y alergias. Un ¿te han tratado bien?, al que no respondí. Sólo bajé los ojos. En los días siguientes no pude ejercer ningún derecho. Tampoco el de permanecer en silencio. Me quebraron.

Dos días después me llevaron frente al juez. Fueron dos agentes diferentes a los de los días anteriores. Sonreían y bromeaban. Que no me preocupara.

-¿Vas a denunciar torturas?, me preguntó uno a la vez que me explicaba que su hijo estudiaba derecho y que las últimas vacaciones las pasaron en Perú. Y lo bonito que era Machu Pichu.

Ante mi silencio, me dio una palmadita y espetó:

-No te preocupes. No pasa nada. Total, todos lo hacéis.

El juez decretó libertad sin cargos. El interrogatorio fue breve. Mis respuestas concisas. Mi nombre se debió colar en alguna agenda inconveniente. Cosas del directo.

Denuncié torturas que archivaron por falta de evidencias. No quedó ninguna secuela. Sólo el recuerdo de lo que dejó de ser.

Yo nunca me despertaba a las noches. Ni siquiera para hablar dormido.
Yo siempre pude permanecer en silencio, hasta que aprendí que tenía derecho a hacerlo.

lunes, febrero 13, 2006

Algo me gusta de ti

Hay algo que me gusta de ti, amigo,
y no son tus ojos encendidos,
ni la risa desprendida y contagiosa,
ni la gravedad cálida con la que atrae tu pecho.

Hay algo que me gusta de ti, amigo,
y no son tus rizos locos anudando encuentros,
ni las noches desnudas acariciando,
ni el hacernos coletas con los desengaños.

Hay algo que me gusta de ti, amigo,
y no son tus escuchas sin preguntas,
ni los candiles con olor a palabra mágica,
ni los abrazos largos con dedos de beso.

Hay algo que me gusta de ti, amigo,
y no son tus merecemos sólo lo mejor,
ni tus seguro que juntos podemos.
Me he sentado a tu lado, y se que no es nada de eso.

Esto es lo que me gusta de ti, compañero:

Es el olor a casa abierta y soleada,
tu habitar sin pesar ni poseer,
el nunca echarte de más
aunque apenas nos podamos ver.

Es el balcón antiguo del que miramos,
el entrar sin llamar y quedarme a tu lado,
el sentir como miras sin medir el tiempo
y el mirarte peinar sin reproches nuestro silencio.

miércoles, febrero 08, 2006

Iragan Jauna

De la mano de Gacela y de algo que leí en su bitácora

Unax nunca miraba atrás. Mirar atrás es perseguir al pasado. Y al pasado nunca se le alcanza. Eso le contó su amama (abuela) en los cuentos de invierno, a la luz de la lumbre baja de Errota Berri (Molino Nuevo) el caserio familiar en Dima (Bizkaia).

- Amama, cuéntame lo de Iragan Jauna (el Señor Pasado), lo de cómo corre.
- Iragana Jauna, el pasado, es veloz, muy veloz. Corre y te mira divertido, Unax. No le sigas, nunca le sigas. Se sabe el camino del bosque. Conoce los sitios de Mari*, el atajo a su cueva y al manantial donde viven las lamiak.
-Pero amama, yo corro....Soy más rápido que Eneko, el chico mayor de las piernas largas que vive con izeko (tia) Miren. Amama, me tienes que ver correr
- Ahhh...entonces ¿Corres más rápido que Zumeltza, el arroyo que baja de Urkiola? ¿Y más rápido que Zezengorri, el diablo rojo de la cueva?
- ¡Si amama, mucho más, mucho más!
- Pues incluso así, Unax. El pasado siempre te espera sonriente a la sombra del siguiente roble peinandose los cabellos de viento. Y detrás de él más pasado, y más después....hasta los tiempos de Eneko Aritza.

Unax aprendió rápido. El camino del bosque, los pastos de invierno y la senda estrecha al mercado de Dima. Y cuando bajaba a recoger las cabras de su tio, nunca pisaba las huellas del día anterior. Repetir camino es perseguir el pasado.

*Mari, la Dama de Amboto, es la diosa suprema de la mitología vasca

viernes, febrero 03, 2006

Vervet

Hace ya meses del incendio que nos quemó la vida. Es final del invierno austral y todo está seco y chamuscado. En breve, la lluvia nos hará olvidar el color de la nada.

El incendio ha respetado la zona en la que tenemos la oficina. Un oasis de bosque intacto rodeado de cenizas. En él nos agolpamos los humanos residentes y los animales que decidieron no migrar. En él competimos por el espacio y la comida.

Hace calor invernal y hora de almorzar. Yo comito bajo un gigantesco Marula. Comitar es una sensación calurosa y nutritiva. Comer y dormitar a la vez, y a la sombra de un árbol. Comitar es vivir. Primer aprendizaje en la lista de habilidades sociales para sobrevivir en la sabana boscosa Sudafricana.

Mpatametse Mabelane, Tamy, mi compañero de trabajo, y autoproclamado instructor, comita a mi lado. Tamy tiene la costumbre de comitar mucho más horizontal. Es un profesional. Tamy es de Soweto, en Johannesburgo, la gran ciudad. Del bosque, no sabe nada. Lo supe el día que salió huyendo de un gigantesco insecto palo. Impresionante, pero tremendamente inmóvil e inofensivo. El insecto.

El Land Rover aparca a escasos cuatro metros. Forastero. Todo el mundo sabe que no se aparca junto a alguien que comita.

-Hola. Buenas tardes. -en Ingles con inconfundible acento USA.
-Hola. -en Spanglish con inconfundible acento vasco.
-....... -en silencio con inconfundible acento de Soweto.
-Soy Douglas. Douglas Mc Gregor. Soy Biólogo de la universidad de Maryland, en USA. Vengo a hacer un estudio sobre los efectos del fuego en el biotopo savanna-bush africana. También soy experto en elefantes. Busco un lugar donde pasar un par de meses.

Douglas: grande y rubio, chaqueta de camuflaje, sombrero memorias de Africa. Sonrisa cowboy, navaja y machete al cinto. Botas de cuero tres capas.

-........... -Tamy girando levemente la cabeza y pensado hacia mi:
1. No nos ha dicho el año en que se graduó ni el nombre de su novia. Yo paso. Habla tú con él que los blancos os entendéis mejor entre vosotros. Estáis todos locos. Se creerá que me voy aprender su nombre. Increíble manía de decir el nombre cada vez que conocéis a alguien. Si mereces la pena ya te lo preguntaré yo.
2. ¿Has visto a "cojo cabrón" en la rama?

- Lo mejor es que le preguntes a Elvis. Vive en la casa con tejado de uralita que hay al fondo. ¿Ves a aquellos niños jugando Jimba-Jimba (pasarse el balón y cuando a alguien se le cae el resto grita Jimba-Jimba)?. Son sus hijos. - yo, intentando ser amable mientras como aguacate.
- Gracias. Voy para allá.
- Espera. Has dejado el portón trasero del Land Rover abierto y las cuatro ventanillas bajadas. Yo las cerrarías. Esto está plagado de monos.
- ¿Mandriles?
- Sobre todo Vervet (monos grises con rabo largo y la cara negra. Muy graciosos durante el primer mes en el bush. Luego unos demonios saltarines).
- Bah!, será sólo un minuto. - Douglas haciendo de biólogo experto en Elefantes.
-.......- Tamy incorporándose y pensando hacia mí:
1. Un minuto. Too bad! (malo malo)
2. Esto no me lo pierdo. Se acabó comitar. Ahora mirar y disfrutar.

Tamy comienza a contar en alto. Quince, dieciséis.... "Cojo cabrón", el vervet líder del grupo de demonios de élite, ya ha llegado al portón trasero. Su otra gente está en las ventanillas. Poco segundos después la situación se torna crítica. Unos treinta o cuarenta vervets han desecho el equipaje sin desdoblar la ropa. La ansiedad les hace defecar y miccionar constantemente sobre asientos, camisas, comida, mapas, libros de elefantes y manuales de supervivencia.

"Cojo cabrón" cojea a gran velocidad con unos prismáticos colgados al cuello y una Nikon profesional arrastrada con elegancia. La subida al baobab es un poco menos limpia, para la cámara. Desde la rama más alta dirige las operaciones mientras trata de sacar fotos y mirar por los prismáticos a la vez. Unos metros por debajo la ropa y complementos para la vida salvaje corren libres en todas direcciones. Un vervet sediento consigue abrir un tetra-brick de zumo de papaya. La fruta madura es mucho mejor que el zumo de brick, asi que ¿porqué no echárselo por la cabeza?. Unos horribles calzoncillos boxer trepan por los brazos de una acacia.

Tras su minuto, Douglas regresa y palidece. Intenta correr en todas las direcciones a la vez. Los monos observan curiosos desde sus atalayas el desarrollo de un ataque de ansiedad agudo en un humano. El más habilidoso del grupo parece anotar sus impresiones en el cuaderno de campo de Douglas. Se escuchan risas y Jimba Jimba de banda sonora mientras los diablillos gritones hacen continuos solos de felicidad. Tamy y yo no ocultamos, ni queremos, las carcajadas africanas.

Avisar es obligatorio. Insistir es de mala educación. Segundo aprendizaje en la lista de habilidades sociales para sobrevivir a la sabana boscosa Sudafricana.


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lunes, enero 30, 2006

El alma de Lahore

Lahore se guarda un secreto. Su corazón urbano palpita trepidante en el Punjab pakistaní, en la frontera con la odiada y deseada hermana India. Casi nueve millones de pakistaníes se beben sus latidos diarios. Con té y especias. Con "chaluar camise" ellos, un amplísimo pantalón anudado con un cordel en la cintura y un larga camisa hasta las rodillas. Con shari largo y pañuelo a la cabeza ellas. En las calles, muchos más ellos que ellas.

Las telas se agolpan en sus mercados imposibles. Las calles se estrechan y se retuercen plagadas de actividad. Los segundos circulan implacables en un caos de peatones, carromatos, burros, coches, bicicletas y motocarros. El tiempo parece deambular sin rumbo hasta posarse caprichosamente en cualquiera de sus esquinas plagadas de historia: la mezquita de Badshahi, una de las más grandes y hermosas del Islam, el fuerte de Lahore con su Sheesh Mahal (Palacio de los Espejos), o los jardines de Hazuri Bagh en los que, cada domingo, se reúnen poetas, rapsodas y cuentistas a tejer palabra a palabra la tradición oral punjabí.

El Samadhi (mausoleo) de Ranjit Singh, con su cúpulas doradas y sus balaustradas custodia las cenizas del Maharaja que durante años desafió a los británicos, convirtiendo al Punjab en el único estado en la zona no controlado por el "imperio de la civilización y la razón". Conocido como el León del Punjab, Ranjit Singh, seguidor de la religión Sij, creó un imperio multiétnico basado en la convivencia pacífica y la igualdad de derechos entre practicantes del hinduismo, musulmanes y sijs, religiones históricamente enfrentadas en la zona. Tras su muerte, la malgobernanza de su sucesor fue fielmente aprovechada por la corona de su graciosa majestad para traer el cristianismo y extender sus imperiales posaderas a golpe de sable y cañón.

Y sin embargo, el alma de Lahore no transita por sus calles ni se guarda en sus templos. La esencia de la ciudad vive en el ocaso del día. Al atardecer, hombres y mujeres suben a las azoteas para echar a volar sus sueños y anhelos en forma de cometa. Serpientes aladas, dragones, monstruos de cabeza amenazadora y colas multicolor pueblan los territorios del horizonte. Miles de hilos invisibles mantienen las almas unidas a la ciudad mientras el viento vespertino agita los deseos, infla las vanidades y entrelaza los futuros.


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jueves, enero 26, 2006

Al entrar en casa: códigos y presencias

Mi nombre cantado. Desde donde estés.
- Ven y abrázame, por la espalda. Te tengo ganas.
Silencio vacío.
- No se si quiero verte, pero prueba.
Melodía continua sin texto y olor a incienso.
- Quiero que no me molestes.
Golpes desordenados. Hola sordo, sin final.
- Me estoy marchando y no te veo. Eres una baldosa.
Un roce blanco de sábana viva.
- Apresúrate. Tengo frío.
Quietud y segundos breves con peso.
- Tenemos que hablar. Hay varios caminos.
Rumor húmedo y vocales inundadas.
- El agua fresca se llevó el puente que unía nuestras orillas. Te quiero.
Oscuridad y el eco de mi propia mirada.
- Tu presencia ya no ocupa. Nuestros códigos se han hecho foto.

lunes, enero 23, 2006

Ausencia

Esta mañana se me ha perdido tu ausencia.
Desde que me la regalaste, siempre la he llevado encima.
A veces en el bolsillo derecho,
entre un pañuelo de papel y un caramelo de menta.
Iba en una cajita de caoba con doble fondo:
arriba, el último beso con ganas y dos reproches tontos,
debajo, todo el espacio en el que me faltas.
Ha sido paseando por el malecón,
contando las baldosas hasta el banco roto,
escuchado la bajamar.
Un pescador viejo me ha preguntado la hora.
- Yo siempre cuento las horas desde su ausencia. - he dicho detenido
- ¿Y cuántas horas hace ya? - armando paciente su caña.
- No se....no encuentro la caja
- Entonces debe haber amanecido.
Hemos desayunado en un café del puerto viejo,
y las horas, han dejado de pasar.

miércoles, enero 18, 2006

Hábitos

Las tiritas con dibujos de caracoles.
Las tiritas de colorines que se cuelgan de techo en los días de fiesta.
Las tiritas de telaraña que se pegan en la cara.
Las tiritas de saliva cuando dices que si.
Las mujeres tirita a las que no se decir no.
Por todas las tiritas, van cinco hábitos raros.
Sin capucha, pero con el ánimo de ofender a quien necesite sentirse ofendido.

1. Gruñirle a la democracia que anula derechos. Y la gruño por no arañarla. Por si me suspende, como hace con los derechos de las personas democráticamente ilegales, o con los de aquellas otras encarceladas en democracia preventiva.

2. Perseguir la longitud y el eco de algunas frases como: "Más vale tener cuernos que colesterol. Por lo menos, con los cuernos, puedes comer de todo"

3. Sentirme como aquel día en que mi tio el gallego me chupó la oreja para despertarme.

4. Darme besos, secarme despacito todos los pliegues y dedicarme canciones sin habérmelo pedido.

5. Decir muchas mentiras y repartir las ganacias entre los pobres de espíritu para que financien su viaje al reino de los cielos.

6. Decir seis cosas cuando sólo me dejaban decir cinco. Y que la sexta sea que si te follas a otro se lo cuentes a algún amigo. A ese que piensa que lo más importante en pareja es contárselo todo. Yo también te quiero pero no me hagas socio de tus remordimientos.

¿He dicho que me gusta dedicar canciones?


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miércoles, enero 11, 2006

Josu

Tuvo que pararse a mirar. Le retuvo la envidia inconfesable, la pena del misal, el culto a lo diferente o la soledad del camino. Después se ancló en el juicio, y al cabo, respiró superior.
Josu, la versión local de su José de siempre, terminó de cantar. Mal. A ratos desafinado y con sólo cuatro cuerdas en la guitarra. Las vocales desgarradas y remendadas con grapas y litros de coñac. Las consonantes todas nasales y sordas. Eso si, digno y orgulloso como un rebelde despeinado en el paredón. Y las canciones... siempre la que más se ajusta a cada transeúnte.
Se echó la mano al bolsillo trasero. Buscó el monedero. Revolvió hasta encontrar la moneda más apropiada por debajo de lo poco. Alargó su mano y soltó su perla:
- Espero que no te lo gastes en beber.
- No claro. Vaya tranquilo. Es para una camiseta.
- ¿Una camiseta?
- Si, una que siempre he querido mandar hacer
- ¿Una especial?
- Si. Manga corta, algodón, blanca y con una inscripción.
- ¿Y que pone?
- Por delante pone: Se puede decir de todo...
- ¿Y por detrás?
- pero aburrir no.

*Eneko, esta va por ti. Todo el cariño incondicional, compañero. Gástalo como quieras*

lunes, enero 09, 2006

Acornhoek

Acornhoek huele a frontera. Es un pueblo limítrofe entre Sudáfrica y ella misma. En tiempos del Apartheid marcaba una frontera interior entre la Sudáfrica reservada a los blancos y una de las reservas infames que, con el nombre de estados bantues, crearon para los negros. Hoy esa frontera ya no está pero se ve.

Acornhoek es un lugar imposible. La mayoría de la población vive tremendamente empobrecida. La mayoría es negra. Por el centro del pueblo pasa una carretera que lleva a los parques naturales privados más exclusivos del continente. En las casas de adobe, cemento y paja viven las personas. Los contrastes adornan las calles sin nombre. Hay un supermercado en el que mujeres descalzas y con niños a la espalda hacen su compra empujando un carro. Han caminado durante horas para llegar. Volverán andando con su saco de maíz en la cabeza. Casi no hay blancos en Acornhoek. Los turistas de colorines pasan de camino. Acornhoek es invisible.

En el supermercado me encuentro con Sara, la mujer de Karl. Sara es rubia, ojos azules, muy delgada, muy joven, cara de angel. Sonrie. Ella casi no habla ingles. Tampoco Shangaan (lengua local). Habla Afrikaans (idioma relacionado con el holandés del siglo XV). Yo no hablo Afrikaans, pero Sara me conoce y soy blanco. Karl es mecánico. Me ha arreglado el coche alguna vez y me lo ha estropeado otras muchas. Sara y Karl viven cerca del pueblo, en una propiedad muy cercada. Con alambres. Se sienten inseguros viviendo entre "ellos". Karl nunca ha entendido por qué vivo en Acornhoek. Yo, algunas mañanas, tampoco. El vive porque siempre vivió ahí. No tiene otro sitio y no le gustan "ellos". Pero ahora tiene un hijo con Sara, un hijo de cuatro meses. Su hijo tampoco tiene otro lugar.

Sara espera delante mío en la cola de la caja. Lleva a su hijo Julian en brazos. En un brazo. En el otro lleva una bolsa con varios paquetes de azúcar. La gente nos ignora curiosa. Dos niños descalzos y divertidos se acercan a pedir una moneda. "Mhulungu (blanco), one coin please". Sara se apresura y coloca su bolsa en la cinta de la caja. No puede sacar su monedero y me pide que sujete a Julian. El niño duerme placidamente arropado en una fina manta blanca y apoyado, mitad en el brazo de Sara y mitad en una pistola con un cañón largísimo que llega hasta el final de sus piernas. En una mano me coloca al bebe, en la otra, la pistola. Me insiste en que mientras ella paga no quite el dedo del gatillo. La cajera observa impasible el cuadro.

-Mhulungu, ¿usted no ha comprado nada?


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martes, enero 03, 2006

Nosotros o ellos. ¡A por ellos!

Él es largo y espigado, muy moreno. Negro.
Tiene pelo. El pelo es rizado rizado, en tirillas.
Él sonrie sin tensión, muy fácil. Abierto.
Tiene ganas. Las ganas flotan solas, en sus manos.
Él vino como es, y también andando. Imparable.
Tiene ritmo. El ritmo es la pulsión de la vida, a chorro.
Él es mi amigo y de muchos. Ahí cabemos todos.
Yo le quiero. No hay papeles que lo prueben.
Él no tiene papeles.
Ellos son muchos y mezquinos, muy legales. Sórdidos.
Tienen ley. La ley es de papel, inhumana.
Ellos juzgan desde el cinto, la rabia y la placa. Mudos.
Tienen tiempo. El tiempo se compra, en los juzgados.
Yo no les he dado mi voz. Hay palabras que lo prueban.
Ellos lo quieren echar.
...........
¡¡Y una mierda!!
Ya han tenido su tiempo barato y su forma muerta.
Ahora es tiempo de la nuestra.
Por nuestra vida. No hay vida ni tiempo que perder.
¡¡A por ellos!!